Familias creativas
Algunos familiares de personas con TEA se animan a sacar su lado más literario. Con el apoyo de Francisco Rodríguez, padre de Marcos (una persona adulta con TEA), y autor de varias obras publicadas, cuatro mamás dan forma a su compleja realidad y se animan a compartir sus primeras creaciones. ¡No te lo pierdas!

En nuestro Compartiendo en Familia-encuentros mensuales que hacemos con las familias con diferentes temáticas- nos animamos a lanzar un taller de escritura de la mano de Francisco Rodríguez, padre de Marcos (una persona adulta con TEA), y autor de las obras publicadas Sin Mala Intención y Pequeños Hurtos. Algunas familias tomaron el testigo y han realizado sus primeras creaciones literarias tratando de poner en palabras la compleja realidad del día a día con una persona con autismo. Desde APANATE estamos tremendamente orgullosos de este paso creativo, y felicitamos a las mamás implicadas por atreverse con resto. 

 

En este post les dejamos algunos textos, y pronto les mostraremos más. ¡A disfrutar!

 

 

Rutina

Desde que me levanto por la mañana a las 6:30 ya está mi madre pinchándome la insulina. Pienso "Jo, ¡qué pesada!".

 

Luego me voy al cuarto de juegos con mi Tablet. Cuando se termina el tiempo de espera de la insulina, me voy a la cocina a desayunar.

Después mi padre me llama para ayudarme con el aseo. En ese momento me enfado y grito: "¡Se acabó Centro! ¡Se acabó compis! ¡Se acabó diabético!".

 

Me tranquilizo cuando mi madre me da la ropa y me voy vistiendo rápido para volver a coger la Tablet. 

 

Mi madre me interrumpe más tarde y me dice "¡Vamos, que ya viene el Micro!" Entonces me vuelvo a enfadar y a gritar otra vez: "¡Se acabó el Centro! ¡Se acabó los compis!"

 

Intento así que mi madre pierda los nervios, pero no lo consigo. Me pongo a balbucear para ver si encuentro la forma de hacerla enfadar. Pero no lo logro. Ella aguanta con paciencia. 

 

Me ayuda después a subir al Micro dándome muchos besitos, pero creo que lo que realmente quiere es meterme de una vez en el Micro de una patada en el culo.

 

Por la tarde al regresar del Centro soy otra persona. Estoy feliz y contento. 

 

El paseo desde el Micro a casa se me hace eterno porque "Flapi" se detiene a olerlo todo. Tengo prisa por llegar.

 

Llegamos por fin. Me cambio los calzoncillos y, ya cómodo, me pongo a leer los periódicos. 

 

Más tarde, salimos de paseo y voy saludando a todo el mundo por la calle, me río mucho con la gente. 

 

Se hace la hora de ir a casa. Me doy un baño, ceno y vuelvo con mi Tablet.

 

Dejo la Tablet por un rato, voy hasta donde están mis padres viendo la tele, hago fuerzas y me tiro un pedo. Mi madre exclama entonces: "¡Ah, será puerco!". 

 

Me meo de risa y regreso a mi Tablet, hasta que mi madre me envía a la cama.

 

Por Sonia Castillo

 

 

 

¡Ay, Dios!


Hoy me toca Taller de Cocina en la Casa Roja. Ya desayuné. Estoy viendo videos en YouTube con mi móvil (me encanta que el móvil me deje ver tantas cosas). Escucho a mi madre decir: “acuérdate de que tienes que salir a las 10:25”. “Gracias por recordármelo”, le respondo. Mi padre interviene para decirme que es importante aprender a cocinar, será porque hoy voy a cocinar mi propio almuerzo. 


Comienzo a prepararme, miro mis rutinas de “cosas que hacer”, tengo listas pegadas en el armario para recordarme en cada caso lo que toca. 

 

Al salir, mi madre me pide que baje la basura. Bajo a la calle con mi mochila, mi bandolera y la bolsa de basura.

 

Pulso el botón del semáforo. Mi casa tiene semáforo en la puerta, pero si no pulso el botón no cambia. Así que con todo eso en la cabeza cruzó la calle y llego a la parada de la guagua. Me llega un WhatsApp de mi madre:

- Tira la basura al contenedor 

- ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios… la basura!

 

Pero todavía quedaban más imprevistos. La guagua que debía coger a las 10:25 ya ha pasado; me lo avisa mi madre que, desde casa, supervisa mis recorridos y me explica las opciones que tengo para este imprevisto.


Cojo otra guagua que tiene una ruta diferente pero mismo destino, parece una montaña rusa. Llegaré un poco tarde. Mi madre me manda mensajes para que esté tranquilo, ella siempre tiene solución para todo. Eso espero, porque a mí me persiguen los imprevistos.

 

Por Olga

 

 

 

ICTERICIA

Un día, mientras estaba con Julián haciendo su tarea, deje a Manuel en la cocina. Era un espacio abierto, aunque pequeño dada las dimensiones reducidas de la casa. Él solo sacaba y metía los calderos de los bajos del poyo de la cocina. Su hermano y yo estábamos bastante concentrados cuando, después de un silencio algo inquietante, fui a ver lo que sucedía. Había cogido las especias que estaban en uno de los armarios, en una de esas pequeñas estanterías que regalaban con los colorantes “La Carmencita”, concretamente se ensañó con el colorante alimenticio. Lo primero que se me ocurrió, fue meterlo en la bañera y darle un buen baño. ¡Grave error! El chico estuvo durante unos días teñido de amarillo naranja. Lo que debería haber hecho era sacudir primero el colorante impregnado en su cuerpo y luego bañarlo. El pobre. En le cole pensaban que tenía alguna enfermedad hepática.

 

Por Cecilia

 

 

Esto es solo una pequeña muestra de lo que se ha creado, así que si te quedas con ganas demás, estáte pendiente al blog. Gracias a Francisco Rodríguez por su apoyo, y gracias a estas madres por abrirnos una pequeña puerta a su intimidad. 

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